La historia del arte contemporáneo portugués no puede contarse sin referencia a Lourdes Castro (Funchal, 1930 – Funchal, 2022). A lo largo de siete décadas de creación, la artista desarrolló una obra singular y profundamente poética que la convirtió en una de las voces más relevantes de la segunda mitad del siglo XX. Su trayectoria abarca movimientos artísticos, geografías y técnicas, pero siempre se mantiene fiel a una preocupación central: la búsqueda de la presencia en lo efímero, traducida en la exploración de la sombra como lenguaje artístico. Este artículo pretende repasar su vida y obra, contextualizando su papel pionero y la importancia que adquirió en el panorama artístico nacional e internacional.
Primeros años y formación
Lourdes Castro nació el 9 de diciembre de 1930 en Funchal, Madeira. Su infancia, rodeada de naturaleza, la marcó profundamente: su conexión con el paisaje, la vegetación y la luz isleña se convirtió en un rasgo indeleble de su sensibilidad artística. Su profunda conexión con Madeira fue constante, lo que la llevó a regresar a la isla definitivamente en 1983. Comenzó sus estudios en el Colegio Alemán, pero a los 20 años partió hacia Lisboa para matricularse en la Escola Superior de Belas-Artes (ESBAL), donde realizó un curso especial de pintura en 1956. Dos años antes, ya había participado en una exposición colectiva en el Centro Nacional de Cultura de Lisboa, junto a José Escada y Carvalho e Rêgo, lo que señala su temprana implicación en el mundo artístico.
París y la fundación de la revista KWY
En 1957, se casó con el artista René Bertholo. Tras una breve estancia en Múnich, la pareja se instaló en París en 1958. Ese mismo año, Lourdes Castro recibió una beca de la Fundación Calouste Gulbenkian, lo que le brindó mayor estabilidad para desarrollar su obra. En París, Lourdes fue la cuna de un proyecto fundamental: la revista KWY, publicada en serigrafía artesanal, con un total de doce números. A su alrededor surgió el grupo KWY, compuesto por artistas como Jan Voss, Christo Javacheff, Costa Pinheiro, Gonçalo Duarte, José Escada y João Vieira. El nombre de la revista, compuesto por tres letras inexistentes en el alfabeto portugués, simbolizaba la búsqueda de nuevos territorios creativos, más allá de las fronteras artísticas establecidas. El grupo expuso colectivamente en varias ocasiones, presentando su obra por primera vez en Lisboa, en la Sociedade Nacional de Belas-Artes, en 1960. La actividad de KWY reflejó la necesidad de diálogo con la vanguardia europea y contribuyó al reconocimiento internacional de la nueva generación portuguesa.
De la abstracción al nouveau realismo
En sus primeros años en París, Lourdes Castro trabajó principalmente en la abstracción, el lenguaje dominante entre los miembros del grupo KWY. Sin embargo, a principios de la década de 1960, su práctica se acercó al Nouveau Réalisme, un movimiento que exploraba la apropiación de objetos cotidianos. Produjo collages y ensamblajes de utensilios obsoletos, a menudo pintados con pintura de aluminio, recuperando así elementos banales para el ámbito artístico. Este punto de inflexión representó el inicio de una búsqueda de la materialización de la memoria y la valorización de lo invisible, preocupaciones que se convertirían en centrales en su carrera.
El descubrimiento de la sombra
A mediados de la década de 1960, Lourdes Castro descubrió su tema predilecto: la sombra. Su interés surgió de la serigrafía y rápidamente se convirtió en un dominio poético inconfundible. En 1965, comenzó a recopilar referencias literarias y visuales en docenas de cuadernos, que tituló Álbum de Família. Las sombras comenzaron a trabajarse sobre múltiples soportes: plexiglás (desde 1964), donde fijó siluetas humanas; y sábanas de lino translúcidas bordadas con siluetas de sombras reclinadas (desde 1968). Estos bordados, que combinan la ligereza de la tela con la ausencia-presencia del cuerpo, son hoy algunas de sus obras más icónicas. Al explorar la sombra, Lourdes Castro plasmó una reflexión sobre la identidad, la memoria y lo efímero. Lo que se ve no es el cuerpo, sino la huella de su existencia, la huella que atestigua el paso del tiempo.
Teatro de sombras y colaboración con Manuel Zimbro
La dimensión performativa de las sombras impulsó a la artista a desarrollar el Teatro de Sombras. Su primera experiencia tuvo lugar en 1966, en un espectáculo de Graziela Martínez en París. A partir de 1972, inició una colaboración artística y personal con Manuel Zimbro que duraría más de tres décadas. Juntos crearon espectáculos como Las Cinco Estaciones (1976) y Línea del Horizonte (1981), presentados en varias ciudades de Europa y Latinoamérica. El teatro de sombras le permitió a Lourdes explorar el movimiento, la luz y la narrativa, expandiendo su obra al ámbito de la performance. Esta colaboración se celebró en la exposición Lourdes de Castro y Manuel Zimbro: A Luz da Sombra, realizada en 2010 en el Museo de Arte Contemporáneo de Serralves, evocando la profundidad de un viaje compartido.
Décadas de 1980 y 1990: nuevos apoyos y consolidación
En la década de 1980, Lourdes regresó a Madeira, donde su conexión con la región inspiró nuevas obras. Entre 1980 y 1987, desarrolló la serie "Sombras alrededor de un centro", presentada en 2003 en Serralves. El dibujo, el tapiz y el azulejo también surgieron como medios experimentales, revelando la versatilidad de la artista. En 1992, la Fundación Calouste Gulbenkian organizó la retrospectiva "Más allá de la sombra", consolidando el reconocimiento de su obra en Portugal. Si bien hasta entonces su obra había circulado principalmente a nivel internacional, esta exposición se convirtió en una referencia indiscutible en el contexto nacional. En 1998 representó a Portugal en la Bienal de São Paulo, en colaboración con Francisco Tropa, con la instalación Peça, que reforzó su capacidad de diálogo entre generaciones artísticas.
Reconocimientos y premios
A lo largo de su carrera, Lourdes Castro ha recibido numerosos premios y distinciones. En 2004, recibió el Premio CELPA. Vieira da Silva Consagración a las Artes Visuales, una distinción que celebra toda una vida de dedicación artística. En 2010, recibió el premio de la Sección Portuguesa de la Asociación Internacional de Críticos de Arte (AICA), compartido con Francisco Castro Rodrigues. Su obra también ha sido objeto de numerosas exposiciones individuales y colectivas en Portugal y en el extranjero, y continúa inspirando a artistas, investigadores y comisarios. El regreso a Madeira y los últimos años En 1983, Lourdes Castro regresó definitivamente a Madeira. Reconectar con el paisaje isleño fortaleció la conexión entre su vida y su obra, ya que la naturaleza era un elemento central de su poesía. El silencio, la luz y la proximidad al mar se convirtieron en el telón de fondo de sus últimas obras. Su muerte en 2022, en Funchal, marcó el final de una vida dedicada al arte, pero también la consagración de un legado que trasciende fronteras.
La obra de Lourdes Castro es una meditación sobre la presencia y la ausencia, sobre lo visible y lo invisible, sobre la vida y la memoria. Al transformar la sombra en material artístico, ofreció una de las contribuciones más originales del arte portugués al panorama internacional. Entre París y Madeira, entre la abstracción y la performance, entre la experimentación y la tradición, Lourdes Castro construyó una obra coherente, marcada por la delicadeza y la profundidad poética. Su obra se mantiene como una luz discreta pero esencial, inspirando el arte contemporáneo y reafirmando el papel de la sombra como espacio de revelación y encuentro.